El lado Oculto del Villismo: Las Viudas de Villa
- 9 feb 2022
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Contrario a las versiones contadas por la historia oficial, para cientos de familias del norte del país, Francisco Villa, más que un héroe nacional y ejemplo de lucha social, fue un bandolero colérico y sanguinario. Para algunos, Villa es quien hace un siglo asesinó a todos los varones de su pueblo, para otros es quien quemó viva a su bisabuela, o meramente un fabricante de viudas y huérfanos; un personaje acusado de ser un asesino y violador. El norte de México está inundado de relatos que ni la política ni la historia oficial podrán desvanecer.
Una de las historias que resuenan a través de la memoria de sus descendientes, sucedió en San Pedro De la Cueva, una pequeña localidad sonorense que, de la noche a la mañana, se convirtió por obra y gracia de Pancho Villa en el trágico “pueblo de las viudas”.
Para esta fecha, la División del Norte se encontraba reducida a su mínima expresión; después de la derrota en el Bajío frente a Álvaro Obregón, Villa decide replegarse hacia el norte en donde sufre nuevos fracasos que lo llevan a recorrer Sonora mientras considera su próximo paso.
Era frecuente que en esta región operaran bandas dedicadas a saquear todo a su paso, por lo que organizar patrullas armadas de autodefensa se convirtió en una práctica común y necesaria entre los pobladores.
Transcurría la mañana del primero de diciembre de 1915, cuando los vecinos de San Pedro abrieron fuego a un grupo de hombres armados que se dirigían a la zona. Estos desafortunados hombres ignoraban que se trataba de una pequeña avanzada del ejército de Francisco Villa. Siendo claramente superados, los defensores del pueblo huyen, dejando muertos a cinco villistas.
Horas después, la agraviada fracción villista entró al pueblo bajo el mando de Macario Bracamontes quien rápidamente encarceló a los varones del pueblo y cobró cuantiosos rescates a los más ricos.
Madres, esposas, hermanas e hijas se aglutinaron dando explicaciones acerca del incidente. Bracamontes terminó por perdonarlos y conociendo el carácter de Villa, prefirió omitir el incidente en su reporte. No obstante, alguien de la tropa le informa de la muerte de sus soldados, a lo que Villa reacciona enfurecido advirtiendo que llegaría “a matar a nacidos y por nacer”, además de quemar el pueblo hasta sus cenizas.
Francisco Villa llegó a la mañana siguiente, ordenando capturar a todos, hombres, mujeres, ancianos y niños; entre los que sumaban alrededor de 300 personas. Necesitados de recursos y fieles a su costumbre, al compás de los arrestos, los villistas aprovecharon la visita a cada vivienda para saquear y llevarse todo lo que de valor hubiese.
Teniendo al pueblo completo frente a él, Villa les avisó que pasaría a todos por las armas, sin distinción de sexo, edad o condición, y agrega, frente a los rezos y suplicas de las mujeres: “Ahorita no hay quien los favorezca porque Dios está escondido en un cucurucho y nada puede hacer por ustedes”. A decir de Villa, el pueblo entero cargaba con la responsabilidad del incidente, pues no delataron a los miembros del grupo que disparó a sus hombres.
Justo cuando dictó la orden, Martín Orozco y otros hombres de confianza hicieron recapacitar a su general, alegando que una matanza de esa naturaleza contra mujeres y niños traería desprestigio y repudio innecesarios a lo que quedaba de la División del Norte y al mismo Villa. Es entonces que acepta dejar con vida a las mujeres y aquellos niños sin edad para combatir. No obstante, deja firme el fatídico destino para los hombres.
Ha pasado más de un siglo y los habitantes de San Pedro De la Cueva no olvidan la tragedia del 2 de diciembre de 1915, ni el nombre de Andrés Avelino Flores, el joven párroco que pasó las últimas horas de su vida suplicando por la de sus feligreses y de quien se dice, fue el único directamente asesinado por Francisco Villa.
En uno de tantos intentos el Padre Flores se acercó a implorar clemencia, Villa accedió a que cada esposa llevara 100 pesos por el hombre que quisieran liberar y le advirtió al sacerdote que no regresara a suplicar de lo contrario no respondería por su vida. Algunas esposas pudieron conseguir el dinero, pero se les arrebató sin liberar a nadie; ante esto el Padre Flores insiste con Villa quien responde a golpes y desenfundando su pistola, el padre logró bendecirlo con su mano antes de recibir dos balazos, uno de ellos en la cabeza; mientras el presbítero seguía retorciéndose de agonía, Villa les ordena a sus hombres que pasen sus caballos por encima del cura moribundo para cubrirlo de estiércol. En los registros de la diócesis quedó asentado el vil asesinato del Padre Flores a manos de Pancho Villa.
Es verdad, a las mujeres del pueblo se les perdonó la vida, sin embargo, su tormento no se limitó a ver como torturaban y asesinaban a sus esposos, padres, hermanos e hijos; sino que mientras unos soldados de Villa se encargaban del fusilamiento, los otros pasaron la noche violando a cuanta mujer podían sin importar la presencia de niños y con tal prontitud que los cadáveres de sus seres queridos todavía no perdían el calor; muchas de estas mujeres quedaron encintas.
La masacre continuó por horas, hasta que un coronel villista no pudo más y exigió a su general, con pistola en mano, que parara la barbarie; reflexivo, accedió a terminar el fusilamiento, dejando vivos a por lo menos 14 adultos que vivieron para contarlo, junto a un par de hombres que se habían escondido en un sótano y otro par que habían huido vestidos de mujer. Otros corrieron con suerte y sobrevivieron al paredón fingiéndose muertos debajo de cadáveres mientras los villistas picaban con sus espuelas los cuerpos e iban rematando a quienes quedaban vivos.
Al día siguiente San Pedro de la Cueva amanecía como el pueblo de las viudas, de los huérfanos, de las madres sin hijos; el pueblo en donde a pesar del enaltecimiento nacional de Pancho Villa impulsado por esa necesidad tan mexicana de héroes impolutos, nunca olvidaría quien fue en realidad Doroteo Arango Arámbula.
Un humilde monumento, una placa y el imborrable trauma narrado entre generaciones, nos recuerdan los cientos de crímenes y actos salvajes atribuidos a Francisco Villa mientras ventajosamente abanderaba la causa de la Revolución Mexicana.
Ante las pruebas y testimonios, muchos de estos episodios son imposibles de desmentir, por lo que algunos filovillistas podrán traer a cuenta el contexto de la guerra. No obstante, ninguna lucha social puede justificar la violación masiva de mujeres, el fusilamiento de hombres y jóvenes inocentes, quemar vivas a ancianas o exterminar a cuantos chinos se pusieran enfrente.

Fuentes:
Massacre at San Pedro De la Cueva: The Significance of Pancho Villa´s Disastrous Sonora Campaign", Thomas H. Naylor. Western Historical Quarterly, Oxford University Press. 1977.
Crímenes de Francisco Villa Testimonios, Reidezel Mendoza. Createspace Independent Publishing Platform. 2017.
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